20 cosas que una madre de un niño con cáncer se sabe de memoria
Jackson fue diagnosticado con cáncer cuando tenía tan solo 1 año. Acababa de empezar a andar. Todavía llevaba su mono de OshKosh B’gos y le encantaba que le meciéramos hasta dormirse. Nunca hizo nada malo ni estuvo expuesto a nada. Pero de repente un día, apareció un bulto.
Quimio. Radio. Cirugías. Trasplante de células madre. Inmunoterapia. La UCI. Oncología. Aunque hayan pasado cuatro años y medio desde que se acabó el tratamiento, me sigue pareciendo que fue ayer.
A veces pienso que nací el día que Jackson fue diagnosticado. De repente todo se queda en silencio. El cáncer acaba con todo el ruido que te rodea: el trabajo, la hipoteca, los 10 kg que te sobran o lo que presentan esa noche en la televisión. Te despierta el sentido de empatía ante el sufrimiento y te hace ser consciente de lo que realmente importa en esta vida.
Una vez que te conviertes en la madre de un paciente, nunca dejas de serlo. Esta es la lista con 20 cosas que me sé de memoria:
- Que te digan que tu hijo tiene cáncer es lo peor que te puede pasar.
- No puedes hacer ni decir nada que haga que la enfermedad desaparezca. No lo puedes solucionar.
- Los bebés pueden nacer con cáncer.
- Los pequeños pueden jugar tirados por el suelo aunque tengan cáncer.
- Los más deportistas no podrán ir al partido del sábado por culpa del cáncer.
- Los adolescentes saldrán del hospital para irse a la graduación de bachillerato y cuando acabe, tendrán que volver directamente a la Unidad de Oncología.
- Los niños suelen soportar dosis de quimio más altas que los adultos.
- Los niños pueden jugar al escondite, al pilla-pilla en correpasillos y construir un castillo de plastilina mientras están conectados a la quimio.
- El tratamiento, sin rodeos, es una mierda.
- Puedo notar que mi hijo tiene fiebre sin tener que tocarle.
- La orina radioactiva no existe. Y me ha tocado cambiar muchos pañales.
- Dormir en la cama de un hospital con tu hijo enfermo te enseña habilidades muy curiosas, como despertarte de golpe de un sueño profundo, coger un cubo y pillar el vómito en el aire.
- Algunos niños pueden tener una reacción opuesta al medicamento. A un adulto le puede entrar sueño y al niño le puede revolucionar. Si tu hijo funciona a mil revoluciones por minuto acabas destrozado.
- La primera cicatriz es la peor de todas. Ver como cortan y abren la piel suave del bebé es como si te arrancaran el corazón del pecho.
- Te das cuenta de que nada importa más que tu hijo se recupere.
- El amor de una madre no tiene límites. Ni siquiera cuando acaba con la cara cubierta de vómito.
- Nunca se te olvidará el tacto suave y pegajoso de la calva de tu hijo contra la mejilla.
- Cada vez que algo le duela, por mucho que tu hijo esté curado, te recordará que el cáncer puede reproducirse.
- Las estadísticas no sirven para nada cuando se están hablando de tu hijo.
- Los niños nunca abandonan. Y sus padres, tampoco.
Jessica Bensten, autora del blog «Mothering Miracles» y directora creativa
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